La Agenda

La sorpresa acompañada de un sonrisa como corolario inevitable, demostraban una reacción nerviosa a algo nuevo que antes no había sucedido, pero que tarde o temprano llegaría. El inocentón “tío, me dice la hora” con el que hace varios años atrás me asaltaron, no pudo sino producirme una simpática señal de alerta de que el tiempo y la apariencia pasa más rápido de lo que madura la mente. Se vinieron sucediendo con menor intervalo los “caballero....”, “tío.....”, incluso algún “señor....”. Por fin, esa huella tenue y algo confusa se transformó en una carretera de alta velocidad por donde el tiempo pasa sus días.
¡¡Pero aun tenemos patria señores!! La apariencia física no es sinónimo de que nos estamos volviendo viejos, no señor, así que abajo esas conjeturas y malos pensamientos y mejor llamemos a un viejo amigo para saber cómo está.
¿Cómo que te casai? O sea, diablos, ni siquiera sabía que tenías novia weon, y me dices que te casas. Simple exabrupto, next. Hola cómo estás, ¿cómo que estás viviendo con tu pololo? Te voy acusar a tu madre, ¿qué tu madre está de acuerdo? Pues ni modo.
Empiezo a hojear con nerviosismo las últimas páginas de mi agenda como sabiendo la próxima noticia. Hola weon cuánto tiempo,(...) qué bueno que tengas tu negocio, todo un empresario eh, ¿qué me quieres decir? No me digas nada –oráculo infalible- Tienes un hijo, ¡bingo! chucha, una hija, perdón (14 puntos no más en el Kino).

Podría haber seguido por horas el peregrinar por mi agenda, sin embargo los dados ya estaban echados y –como dicen los políticos- la tendencia era imposible de revertir. Podría haber encontrado alguna oveja descarriada que no significaría sino la excepción que confirma la regla: nos estamos volviendo viejos.